domingo, 4 de septiembre de 2011




El destino de tus caricias
era inevitablemente mi cuerpo.
Con las palabras
enroscadas en la boca
y una parte de mi
cayendo en sombras
apreté tu nombre
abracé tu olor
La memoria de mi piel
guarda todavía los secretos de esa madrugada
Y a pesar de los vientos
y de los soles
y los poemas que abandoné,
te encuentro siempre que quiero
ahí donde el recuerdo
le hace trampa
al olvido.